PALABRA DE LA SEMANA
Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo «Daniel 4:2»

Debo Morir

"Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" Gálatas 2:20.

Este pasaje marca la unión indisoluble que tenemos con Cristo a través de la cruz. Es nuestra identificación. Un comentario bíblico dice: “cuando Cristo murió llevándose nuestro pecado (Romanos 6:10), yo morí al pecado junto con él. (Romanos 6:2). Morí con respecto a su poder dominante y su control. Es lo mismo que aparece en Romanos 6:6, que dice: 

sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no le sirvamos más”. 

La nueva identidad en Cristo nos hace dependientes de Él, y no hay cristiano que no deba hacerlo, y si hay alguien que no dependa del Señor, no es un cristiano nacido de nuevo o es solo un simpatizante que necesita mirar a la cruz.

Otro comentarista bíblico dice: “Para creer en Cristo crucificado, no sólo debo creer que él fue crucificado, sino también debo creer que estoy crucificado con él.” Cuando desviamos la vista de la cruz nuestro enfoque se torna egoísta, superficial, en muchos casos abrumador, porque la fe es cegada por el orgullo”. 

La crucifixión de Jesús va más allá de su muerte, implica nuestra muerte carnal, a pesar de que vivimos en la carne, no debemos vivir según ella sino según la fe verdadera, la que nos aferra a Cristo. “El justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). 

Hay deseos que nos conducen a tomar malas decisiones, existen tentaciones que se presentan a diario, nuestros propios placeres, orgullo y demás, pero ya no debemos dejarnos dirigir por ellos, pues somos criaturas nuevas en Cristo Jesús, somos seres espirituales. Por lo tanto, en el poder del Espíritu Santo y a través del alimento diario de la palabra de Dios, debemos sujetarnos a la voluntad de Nuestro Señor, y hacer morir a nuestro yo cada día, permitiendo que sea el Espíritu Santo quien tome el control y gobierne nuestro ser. Esto es lo que conocemos como su “llenura”. 

Derrotemos a nuestro viejo hombre con la Palabra, la oración permanente en intimidad diaria con Dios y con nuestra fe, así viviremos confiados en Dios y no en las malas circunstancias que en el mundo tengamos que enfrentar. 

Dios es nuestro Padre y tiene cuidado de nosotros pero es necesario que mengüemos para que crezca él, amen!  

Por: Jenny Mejías