PALABRA DE LA SEMANA
Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo «Daniel 4:2»

Basta ya

"Sin embargo, en cuanto tenían un poco de paz, volvían a hacer lo malo en tu presencia; por eso los dejaste caer en poder de sus enemigos, los cuales los sometieron. Luego volvían a pedirte ayuda, y tú, lleno de compasión, los escuchabas desde el cielo, librándolos en muchas ocasiones. 29 Les aconsejabas que volvieran a cumplir tus leyes; pero ellos se creían suficientes y no hacían caso de tus mandamientos; violaban tus decretos, que dan vida a quienes los practican; fueron rebeldes y testarudos, y no hicieron caso" Nehemías 9:28-29

¿Somos hijos malcriados y desobedientes? Hasta que no estamos envueltos en situaciones críticas en las que realmente no podemos hacer nada al respecto, no vamos a los pies del Señor?

Cuando ya todo se escapa de nuestras manos, corremos a pedirle  su auxilio. Y  Él, en su misericordia, nos recibe.  Entonces, aplacamos nuestra sed, las cosas comienzan a normalizarse y ponemos el piloto automático. Sentimos un poco de paz y aflojamos, nos relajamos, nos ocupamos de “nosotros mismos” y volvemos a olvidarnos de Dios

Hay muchas palabras que pueden definir esta actitud, que nos llevan a andar nuestros propios caminos, alejados del que Dios ha trazado para nosotros en su propósito. Podríamos llamarla: Letargo. Parálisis. Pasividad. Apatía.  Sopor. Adormecimiento. Pereza. Inactividad. Insensibilidad. Indiferencia. Ingratitud.

¿Puedes identificarte con alguno de esos términos? ¿Estás en este momento como mirando de lejos al Señor, sin ganas de volver a él? ¿Sientes que en estos momentos no se te hace necesario?

Quizás te identifiques con otra de las actitudes  que muestra este pasaje, creyéndonos “auto-suficientes” o como dice en otra versión, “soberbios” (versículo 29).

Solemos separar los ámbitos de nuestra vida secular de la espiritual. De lo último nos ocupamos cuando nos congregamos el domingo en la iglesia, o hasta en la última hora del día, cuando con esfuerzo logramos separar en el millón de ocupaciones diarias y sacamos cinco minutos para orar. He oído a creyentes decir:

“De lo secular me encargo yo. Es mi trabajo, son mis amigos, es mi familia, son mis finanzas, es mi carrera, son mis estudios. Es mi negocio. Es mi tiempo”. Parecemos niños de 2 años repitiendo “mío, mío, mío!”.

“Después de que termine mi carrera podré ponerla al servicio al Señor”. “Este es el tiempo de trabajar sin descanso, porque estoy en mi mejor momento productivo”. “Es imposible separar un tiempo con el Señor cuando estoy sola criando a mis hijos todo el día”. “Ya soy muy viejo para ministrar, es el tiempo de descansar”. Y expresiones similares a estas, que no son otra cosa que “excusas”.

La obediencia a medias, es desobediencia al fin. Cuando nos creemos auto-suficientes para resolver nuestras vidas sin la guía de Dios, estamos siendo soberbios, y desobedientes rebeldes a sus mandatos. Porque ni con nuestras fuerzas, ni con nuestras mentes ni con nuestros corazones lo estamos amando, y así desobedecemos el principal mandamiento.

Si permanecemos rebeldes, testarudos, estaremos peleando con Dios mismo cada acción, decisión que tomemos, No actuemos sin buscar la voluntad de Dios, somos sus hijos y él nuestro Padre amoroso y perfecto, lleno de gracia y favor para con nosotros, y sólo él conoce de antemano que es lo mejor y lo que más conviene para nuestras vidas, tanto la secular como la espiritual. Amén 

“Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles (…)”  1 Pedro 4:3

  Por: Jenny Mejías