PALABRA DE LA SEMANA
Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo «Daniel 4:2»

¿A ti qué? Tú, sígueme

"Jesús le dijo: Si yo quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú, sígueme." Juan 21:22

Finalizando el evangelio de Juan, y cuando aún sentimos del impacto de la pregunta del Señor al Pedro, al decirle “¿Me amas?”, nos encontramos con un corto diálogo que no parece llamar mucho la atención, pero que sin embargo tiene un profundo sentido espiritual.

El Señor le había dicho a Pedro “Sígueme”, cuando lo halló en la playa preparando sus aparejos para salir a pescar, pero éste al ver que unos pasos más atrás venía Juan, dice a su vez al Señor: “¿Y qué de éste?”, y es entonces que brotan de los labios del Maestro las palabras que tomamos para nuestra reflexión.

El llamado del Señor a nuestro corazón ha sido personal y como tal es nuestra responsabilidad ante Él.

En Mateo 16:24 y Marcos 8:34 dice el Señor: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz y sígame.”, pero al llegar a Lucas 9:23 estas palabras se ven ampliadas al decir: “tome su cruz cada día”, mostrándonos la realidad de que es necesaria una experiencia diaria en su comunión.

Seguir al Señor significa andar en su luz permanente (Juan 8:12), tener la plena vivencia de la luz de su vida en nosotros.

Seguir al Maestro implica un servicio pleno (Juan 12:26), nos habla de una presencia gloriosa en todos los instantes de nuestra vida y constituye el cumplimiento de la promesa de que el Señor nos honrará.

El apóstol Pablo tiene que reprender a los Corintios (1 Cor. 1:12) por mirar a los hombres y no al Señor, por eso les dice: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.” (1 Cor. 11:1) mostrándonos la suprema importancia de su contemplación sobre todas las cosas, porque “Él es el autor y consumador de la fe.” (Hebreos 12:2).

Tomemos las palabras del Señor dichas al apóstol Pedro como una aplicación directa en nuestros corazones en estos tiempos de tantas pruebas en lo espiritual.

Que volvamos nuestras vidas a la plena realización de una continua, renovada y personal experiencia de diaria contemplación a nuestro Señor y Rey, y dejar de mirar (y opinar) en lo que “hacen otros”, para que podamos estar atentos a lo que el Señor tiene para decirnos a nosotros hoy, que cual Samuel estemos despiertos para escuchar su llamado y responderle: “Habla Señor que tu siervo escucha”. (1 Samuel 3:10)

  Por: Jenny Mejías