Sabiduría Extrema
Los testigos lo acusaron falsamente: "Lo escuchamos maldiciendo a Moisés y a Dios. Este hombre habla sin cesar en contra de la ley de Dios. Le hemos oído decir que este Jesús de Nazaret destruirá este lugar cambiará las tradiciones que nos dejó Moisés.
El sumo sacerdote del consejo se dirigió al acusado. “¿Qué tienes que decir al respecto?”
Con calma se levantó y su tono suave cambió. “Sus antepasados mataron a cualquiera que se atrevía a hablar de la venida de Jesús. Y ustedes han mantenido sus tradiciones religiosas; ustedes traidores y asesinos, todos ustedes. Tuvieron la ley de Dios que los ángeles les entregaron, ¡envuelta como un regalo! ¡Y ustedes la despreciaron!”
Gritos y maldiciones fueron la respuesta, pero Esteban continuó sin inmutarse. Miró al cielo y declaró: “! Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios!” Ellos se taparon los oídos con sus manos, se abalanzaron sobre él y lo sacaron a empellones fuera de la ciudad. Uno de los fariseos llamados Saulo recogía tranquilamente los mantos de los otros para que la sangre de Esteban no los manchara.
Mientras las piedras comenzaron a dar contra el cuerpo de Esteban, él clamó: “Señor Jesús, toma mi vida”. Entonces cayó de rodillas, orando con una voz lo bastante alta como para que todos escucharan: “! Señor, no les tomes en cuenta este pecado!”. Estas fueron sus últimas palabras. Entonces murió” (Hechos 6:11-7:60-parafraseado).
Mantener la calma frente a situaciones difíciles es lo más sabio que podemos hacer. Cosas tan insignificantes como que alguien cruce nuestro auto delante de nosotros en el tránsito, recibir una calificación baja en la escuela o una reprimenda en el trabajo es todo lo que hace falta en estos días para perder el control.
Sin embargo, se necesita más que sentido común para enfrentarse ante situaciones mucho más difíciles y estresantes, aquellas que sabemos que en nuestras propias fuerzas no sabremos manejar ni controlar. Hace falta sabiduría divina. Cuando se enfrentó a acusaciones falsas y aún al peligro de muerte, Esteban manifestó su auténtica fe y la verdadera sabiduría divina que estaba en él. No tomó represalias, no maldijo a sus acusadores, no atacó a sus agresores; sólo se aferró a lo que sabía y creía que era cierto y lo que los fariseos rehusaban creer.
Él sabía en quien había creído y aceptó por fe ser martirizado, había entendido que su muerte era ganancia pues se le había revelado que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios Viviente.
Este mismo Jesús que abrazó a Esteban mientras moría también nos abrazará a nosotros cuando necesitemos la sabiduría que solo viene de Dios. Amén!
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Santiago 1:5
Por: Jenny Mejías