PALABRA DE LA SEMANA
Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo «Daniel 4:2»

El poder restaurador del perdón

La falta de perdón es una fuerza destructiva e insidiosa que carcome, destruye y aniquila lentamente; haciendo aún más daño sobre el que no perdona que sobre el imperdonado.

Un gran ejemplo de esto (que lo tomé de un artículo histórico que leí en Internet y que me impactó muchísimo) está en la experiencia de uno de los más sobresalientes y famosos pintores de la historia: Leonardo da Vinci.

Dice el escrito, que justo antes de comenzar a trabajar su pintura del famoso e inmortal mural “la última cena”, horas antes había tenido una violenta discusión con otro colega pintor. Leonardo estaba tan enojado y amargado, que decidió ese día usar el rostro de su enemigo como la cara de Judas, y así vengarse del hombre poniéndole en una situación de infamia y burla para las siguientes generaciones.

La cara de judas fue, por tanto, una de las primeras que terminó, y enseguida todos reconocieron en él al pintor con el que discutió.

Sin embargo, cuando intentó pintar el rostro de Jesucristo, Leonardo no podía progresar. Al parecer algo lo desconcertaba, retrasándolo y frustrándolo en sus esfuerzos. Al fin, llegó a la conclusión de que lo que le estorbaba y frustraba era que había pintado a su enemigo en la cara de judas.

Cuando pintó encima del rostro de su enemigo en el retrato de Judas, comenzó de nuevo con el rostro de Jesús. Esta pintura mural se convirtió en un gran éxito que se ha aclamado a través de los siglos.

Reflexionando en este escrito, aprendí que no podemos jamás reflejar en nuestras vidas el rostro de Cristo (imagen espiritual) y al mismo tiempo reflejar el rostro del enemigo de Dios, con los colores de la enemistad, el rencor y la falta de perdón; porque sencillamente ambos no pueden convivir juntos.

Dice la palabra del Señor: “¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? “ 2 Corintios 6:14.

No alberguemos resentimientos y amargura en el corazón, perdonemos a nuestro ofensor y pongamos las situaciones en las manos de Dios.

“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial” Mateo 6:14

  Por: Jenny Mejías