La sencillez
La sencillez es una disciplina espiritual de la vida cristiana que nos ayuda a vivir la vida de Cristo en nosotros.
El mundo se rige, entre otras cosas, por la competencia, la superficialidad, la acumulación de riquezas, la búsqueda de seguridad a través de la adhesión a las cosas materiales y la ambición, etc. Muchas veces se define a las personas según su nivel de productividad o el ingreso económico que tienen. Pero, veamos que dice la Biblia:
"No confíen en la extorsión ni se hagan ilusiones con sus rapiñas; y aunque se multipliquen sus riquezas, no pongan el corazón en ellas" (Salmo 62:10).
"No acumulen para sí tesoros en la tierra..." (Mateo 6:19).
"¡Tengan cuidado! —Advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes" (Lucas 12:15).
"Vendan sus bienes y den a los pobres. Provéanse de bolsas que no se desgasten; acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no hay ladrón que aceche ni polilla que destruya. Pues donde tengan ustedes su tesoro, allí estará también su corazón" (Lucas 12:33-34).
La sencillez no significa llevar una vida de privaciones, sino más bien nos orienta a poder disfrutar adecuadamente de nuestras posesiones sin que ellas se enseñoreen de nuestras vidas. La palabra nos enseña a buscar primeramente el reino de Dios: "Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas" (Mateo 6:33).
Ser libres de los afanes implica tres actitudes internas: 1) Entender que todo lo que tenemos ha sido dado por Dios, 2) que Él es quien cuida de nuestras posesiones y 3) que nuestros bienes son también para compartir con los demás.
Al experimentar esto, nuestro estilo de vida reflejará en nuestro estado externo lo que hay en nuestro estado interno.
Leí en un libro llamado: “Alabanza a la disciplina”, escrito por Richard Forster, los diez principios de la sencillez (que no son ni leyes ni mandamientos) pero que nos pueden ayudar a comprender un poco más la práctica de esta disciplina:
- Comprar cosas por la utilidad que representan y no por el nivel social que sugieren.
- Rechazar cualquier cosa que produzca propensión.
- Desarrollar el hábito de regalar cosas.
- Reducir la acumulación.
- Aprender a disfrutar las cosas sin poseerlas.
- Desarrollar un aprecio más profundo hacia la creación.
- Mirar con un saludable escepticismo todo lo que diga: "Compre ahora y pague después".
- Rechazar cualquier cosa que alimente la opresión hacia otros.
- Evitar cualquier cosa que lo distraiga de su meta principal.
Obedecer las instrucciones de Jesús con respecto a un lenguaje sencillo y sincero: "Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede" (Mateo 5:37).
Por: Jenny Mejías