PALABRA DE LA SEMANA
Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo «Daniel 4:2»

Un ambiente de alabanza

¿Alguna vez se detuvo a pensar cuál hubiera sido su actitud si usted se hubiese encontrado presente en el momento de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén?

La Biblia relata en los evangelios que la gente, que por diferentes motivos se encontraba en aquel lugar, comenzó a dar voces de júbilo y alabanza al ver entrar a Jesús montado en un burrito; algunos esparcían ramas de árboles y palmas sobre el camino; otros, tendían sus mantos. Indudablemente habrá sido un momento único e inolvidable que habrá marcado la vida de aquellos hombres, mujeres y niños.

"Había mucha gente que tendía sus mantos, sobre el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las esparcían en el camino. Tanto la gente que iba delante de él como la que iba detrás, gritaba: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! (Mateo 21:8–10). 

Jesús llenó el ambiente de alabanza; transformó el escenario natural en una mega manifestación de cánticos y alabanza. Mantos rústicos y ramas de árboles fueron la escenografía que vistió aquel lugar. Lo simple tuvo importancia, lo que pocos advierten fue lo elegido para acompañar la alabanza al Rey de reyes y Señor de señores.

Como dice Mateo 21:10, la entrada de Jesús en Jerusalén conmovió a la ciudad, pero no solo a los que habían sido sanados, liberados, perdonados o resucitados, sino también a los curiosos y a los religiosos, quienes buscaban la ocasión para encontrarle un error. ¡Qué lástima que estos últimos se hayan perdido la oportunidad de sumarse al coro de alabanza al ver a Jesús!; ¡qué pena que hayan elegido el camino de la queja, el rumor y la sospecha, en vez de haberse sentado a los pies del Maestro y disfrutar de sus enseñanzas y de recibir su perdón y su gran amor!

Lo tenían allí, tan cerca, tan a mano, hubieran podido tocarlo si hubiesen querido; pero no, ellos prefirieron seguir dándole rienda suelta al orgullo de la religión y a la maquinación de lo que podían hacer en su contra:

"La gente que había estado con Jesús cuando él llamó a Lázaro del sepulcro y lo resucitó de entre los muertos, seguía difundiendo la noticia. Muchos que se habían enterado de la señal realizada por Jesús salían a su encuentro. Por eso los fariseos comentaban entre sí: Como pueden ver, así no vamos a lograr nada. ¡Miren cómo lo sigue todo el mundo!" (Juan 12:17–19).

 "Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley lo oyeron y comenzaron a buscar la manera de matarlo, pues le temían, ya que toda la gente se maravillaba de sus enseñanzas" (Marcos 11:18). 

Volviendo a la pregunta inicial y sobre la base de su vida cristiana hoy, ¿cuál hubiese sido su actitud si usted hubiera estado allí? ¿Se hubiese sumado al coro de alabanza con sinceridad y humildad de corazón? En el caso de que su respuesta sea afirmativa, tómese un tiempo para recrear esa escena en su mente, alabe al Señor, permítale que llene su vida con alabanza, y que torne su ambiente en júbilo y alegría.

"Sea llena mi boca de tu alabanza, de tu gloria todo el día" (Salmo 71:8).

Por: Jenny Mejías