PALABRA DE LA SEMANA
Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo «Daniel 4:2»

La profunda y hermosa oración de Jesús - Juan 17

No es un pasaje desconocido para mí, por el contrario, lo he leído muchas veces. Pero esta vez, leyéndolo nuevamente hubo un versículo que me impactó profundamente: Él dijo:

“Padre, tú me los diste, y quiero que estén conmigo donde yo voy a estar, para que vean mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes que el mundo fuera hecho” (Juan 17: 24)

¡JESÚS ORO POR MÍ! me dije; mi corazón se sobresaltó de gozo y emoción. Y no sólo eso; sino que le pidió al Padre que yo esté con ÉL, donde Él esté y contemple su gloria; y más hermoso aún fue para mi cuando dijo: “Tú me los diste".

Fue en ese momento que tomé una conciencia espiritual diferente, y me sentí tremendamente privilegiada. En algún momento del principio de la fundación del mundo, Dios me había elegido, y no solo eso, me entregó a Jesucristo quién en su tremendo acto de obediencia y amor murió y resucito por mí dándome Vida Eterna. Pero, además ¡oró por mí!

Ahora comprendí mejor la profunda relación que tiene la oración de mi Señor con lo que dijo el Apóstol Pablo en Efesios 1:3-5:

“Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues en Cristo nos ha bendecido en los cielos con toda clase de bendiciones espirituales. Dios nos escogió en Cristo desde antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos y sin defecto en su presencia. Por su amor, nos había destinado a ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, hacia el cual nos ordenó, según la determinación bondadosa de su voluntad.”

Por primera vez en mi vida de creyente, leyendo en la palabra esta hermosa oración del Señor, me conmoví y lloré, imaginando a mi Señor Jesús orando por mí; pero más aún, viendo como el Padre atiende a la oración de Su Hijo amado. 

Y en esa perfecta Trinidad, me involucré sin siquiera merecerlo… el Padre escogiéndome, el Hijo llevándome hacia Él y Su Espíritu Santo revelándome el amor de Dios. ¡Oh Dios! No merecía tanto amor!

Entonces me propuse honrarle con todo lo soy porque estoy segura que el Padre hará efectiva aquella oración de Jesús, cumpliendo en mi el propósito por el cual me eligió y me salvó. Así que me puse en pie, sacudí mis sucias ropas y alisté mi corazón y dije: "Señor, mi compromiso es contigo, mi vida te pertenece".

Y así voy día a día, sujetándome a su voluntad, haciendo morir en mi todo aquello que represente tropiezo u obstáculo para Él.

Siendo obediente e intentando agradarle sólo a Él, dando testimonio de su Gloria manifestada en mi vida, compartiendo la buena noticia del Evangelio poderoso de Salvación y esperando su regreso.

Recibe la honra de mi corazón Señor, gracias te doy por haber orado al Padre por mí Amen.

 

Por: Jenny Mejías.