Fábulas
"Unos días después, cuando Jesús entró de nuevo en Capernaúm, se corrió la voz de que estaba en casa. Se aglomeraron tantos que ya no quedaba sitio ni siquiera frente a la puerta mientras él les predicaba la palabra" (Marcos 2:1-2).
Si pudiéramos describir la escena de los dos versículos arriba citados, podríamos ver mucha gente agolpada y empujándose para lograr conservar espacio físico que los contuviera mientras Jesús hablaba.
Pero ¿qué importancia tenía aquello que Jesús podría contarles para que la visita a esa casa se hiciera impostergable? La Biblia dice que Jesús les predicaba la palabra y por supuesto, como podemos ver a lo largo de los evangelios, también hacía prodigios y milagros. Jesús predicaba la palabra de manera simple, sencilla y clara, Su mensaje podía alegrar (enfermos sanados), entristecer (joven rico), confrontar (fariseos), etc., pero nunca volvía vacío.
"Así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos" (Isaías 55:11).
Cuando el Señor predicaba la palabra, daba buenas nuevas a los pobres, proclamaba libertad a los cautivos, sanaba los corazones heridos, consolaba a los que sufrían. Su predicación llegaba hasta lo más profundo del corazón del hombre.
"El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor" (Lucas 4:18-19).
"Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón" (Hebreos 4:12).
Como hemos visto, Jesús no predicaba ni recetas, ni fórmulas ni pasos a seguir, y mucho menos mitos y fábulas. Su predicación no tenía la intención de hacerle un mimo al corazón, sino de transformarlo por completo y para siempre.
¿Se ha puesto usted alguna vez a analizar qué es lo que predica cuando habla de Cristo en tiempos tan light como los actuales? ¿No se nos han anexado algunos conceptos humanistas a la predicación del evangelio, como por ejemplo la práctica de propuestas atractivas que sirvan de "enganche" para lograr con efectividad la asistencia de gente a la iglesia? Debemos discernir y estar muy cuidadosos y atentos con esto. La Biblia nos advierte que en los últimos tiempos habrá maestros que enseñarán lo que la gente quiera oír y muchos dejarán de escuchar la verdad del evangelio para volcarse a las fábulas, es decir, a relatos que contienen enseñanza moral, pero que distan mucho del fundamento del evangelio que es Cristo, su vida, su sacrificio, muerte y resurrección, su obra redentora, la salvación inmerecida que nos ha regalado, su mensaje de amor, de paz, de perdón y de misericordia, su gracia y su justicia, sus enseñanzas y mandamientos. Lo que Él es, su reino, su gloria y majestad, su autoridad, poder y señorío; de la cual es digno solo Él de ser adorado y glorificado. Lo que ahora somos, tenemos y podemos en Él. Ese es el verdadero y único evangelio. No hay nada que agregarle, ni menos aún quitarle. Es perfecto y es completo.
Tú, hijo de Dios, persiste en hacerlo correctamente, a tiempo y fuera de tiempo; corrige, reprende, exhorta y anima con mucha paciencia, amor y humildad, sin dejar de enseñar.
“Porque llegará el tiempo en que no van a tolerar la sana doctrina, sino que, llevados de sus propios deseos, se rodearán de maestros que les digan lo que quieren oír. Dejarán de escuchar la verdad y se volverán a los mitos" (2 Timoteo 4:3).
Así como en la escena de Capernaúm, hoy hay mucha gente que con gusto se agolparía para escuchar una palabra que les cambie la vida y les satisfaga el hambre espiritual. Como cristianos sabemos que solo el evangelio de Jesucristo puede lograr ese efecto, por eso debemos revisar lo que predicamos y desechar todo aquello que “se parezca al mensaje del Señor” pero que no lo es. Las fábulas, el humanismo, la tradición, la religión, las anécdotas, las hazañas, no logran transformar la vida de nadie, y menos dar salvación. SOLO CRISTO ES LA RESPUESTA PARA TODA NECESIDAD DEL HOMBRE. "Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos. " (Hechos 4:12).
Por: Jenny Mejías.