Tú comerás siempre a mi mesa
Reflexión renovadora que cambiará por completo tu forma de ver la vida. Haciendo de ti no sólo una mejor persona y un mejor ciudadano, sino un verdadero creyente, fiel a Dios, a sus principios y a su Santa Palabra.
Tú comerás siempre a mi mesa
Por: Jenny Mejías.
“Tu comerás siempre a mi mesa”, fue una de las expresiones digamos más sobresaliente que el rey David le extiende a una persona durante su reinado. Este hombre no era cualquiera, era el único que había quedado de la casa de Jonatán, amigo de David, hijo de Saúl; quien fue rey de Israel antes que David. Había quedado lisiado de sus pies desde niño cuando la nana que lo cuidaba lo había dejado caer durante en una huida, quedando así a vivir en un lugar lejos de su herencia sin nadie que lo pudiera ayudar durante muchos años (2 Samuel 9:1-13)
¡Pero Dios si sabía que el existía!, y pone en el corazón del rey hacerle misericordia y darle el lugar, las tierras de sus padres y el privilegio que había perdido. Este hombre llamado Mefiboset inicia una vida diferente con todo lo que Dios tenía para él desde el principio.
Dicha historia nos deja ver lo que Dios ha hecho con la humanidad, a pesar que el hombre tiene una caída en el principio y queda lisiado espiritualmente. Dios manda a su hijo Jesús a buscar lo que se había perdido; y no sólo eso, sino que nos da el privilegio de ir a su reino y comer de su mesa. Así es, cuando Jesús vino aquí a la tierra lo primero que el pregona es: “El reino de Dios se ha acercado a vosotros”, no habló de religión, no habló de lo mal que estábamos, no habló de juzgarnos, sino de devolvernos lo que desde un inicio nos pertenecía.
Jesús es el rey y nos ofrece vida, y una vida enfocada en comer siempre de su mesa. No es una comida cualquiera, sino una comida que alimenta nuestro espíritu, comida que se encuentra en los principios de su reino expresada en su palabra. Y nos la está ofreciendo el Rey de la eternidad.
El problema es que no entendemos, solamente nos enfocamos en nosotros y vemos lo lisiado que estamos y decimos que así estamos bien, cuando Dios lo que quiere es que nosotros le creamos y aceptemos su invitación, al final Él nos conoce y sabe de dónde somos y lo que necesitamos.
¿Estamos dispuestos a aceptar su invitación? Es el Rey, y lo que nos va a ofrecer no es cualquier cosa. Vayamos pues en fe, y aceptemos y poseamos lo que siempre ha sido nuestro. Pero todo parte desde que nosotros le abramos la puerta de nuestro corazón. ¿Está usted dispuesto? ¿Dirá que si?
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Apocalipsis 3:20