PALABRA DE LA SEMANA
Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo «Daniel 4:2»

“No injoneéis las maquinaciones del enemigo”

Reflexión renovadora que cambiará por completo tu forma de ver la vida. Haciendo de ti no sólo una mejor persona y un mejor ciudadano, sino un verdadero creyente, fiel a Dios, a sus principios y a su Santa Palabra.

“No injoneéis las maquinaciones del enemigo”

 Por: Jenny Mejías.

  

"Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo". 1 Juan 2:16.

 

Vivimos en un mundo plagado de pecado; “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19). El maligno usa todo medio disponible para que sus “dardos candentes” de pecado (Efesios 6:16) inflamen la mente del cristiano. El apóstol Juan advirtió en cuanto a los peligros del campo espiritual de batalla—el mundo. En su primera epístola (2:16), dividió las seducciones mundanas en tres categorías.

 

Los deseos de la carne.

 

Es todo aquello que apela al apetito carnal o físico. Aunque los deseos naturales del cuerpo no son inherentemente malos (la necesidad de comida, bebida y satisfacción sexual), el diablo puede usar estas cosas lícitas (lícitas dentro de sus límites) para esclavizar al hombre (1 Corintios 6:12). En esta categoría de tentación, el maligno usa los deseos internos lícitos para producir pasiones carnales ilícitas (la glotonería, la fornicación, el desenfreno). Los israelitas sucumbieron a este tipo de tentación cuando se “sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar” (1 Corintios 10:7; Éxodo 32:6). El diablo trató de tentar a Jesús por medio de los deseos de la carne cuando le propuso que convirtiera piedras en pan (Mateo 4:3).

 

Los deseos de los ojos.

 

Es todo aquello que apela a las demandas insaciables de la vista (Eclesiastés 1:8). En esta categoría de tentación, el maligno usa la atracción externa inherentemente buena, (el deseo de una casa o un auto), como el deseo de la mujer del prójimo para generar codicia. 

 

Eva (Génesis 3:6) y Acán (Josué 7:21) sucumbieron a este tipo de tentación cuando codiciaron lo prohibido. El diablo trató de tentar a Jesús por medio de los deseos de los ojos cuando “le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares” (Mateo 4:8-9).

 

La vanagloria de la vida.

 

Es todo aquello que apela a la jactancia, arrogancia, orgullo o soberbia. En esta categoría de tentación el maligno usa la contemplación del logro personal (la popularidad, el éxito académico, el egocentrismo, entre otros) para generar una actitud anárquica y auto suficiente. 

 

Cuando la persona cae presa de la vanagloria de la vida, ya no existe lucha contra la carne; el maligno ha ganado la batalla sensual e intelectual. Los israelitas sucumbieron a este tipo de tentación cuando “fueron soberbios, y endurecieron su cerviz, y no escucharon ni obedecieron a los mandamientos de Dios" (Nehemías 9:16). El diablo también trató de tentar a Jesús por medio de la vanagloria de la vida cuando “le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo” y le sugirió que desafiara a Dios (Mateo 4:5-7).

 

Mientras lidiamos diariamente con las atracciones de este mundo, recordemos que:

 

“El mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. 1 Juan 2:17.