PALABRA DE LA SEMANA
Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo «Daniel 4:2»

Una conexión vital

Reflexión renovadora que cambiará por completo tu forma de ver la vida. Haciendo de ti no sólo una mejor persona y un mejor ciudadano, sino un verdadero creyente, fiel a Dios, a sus principios y a su Santa Palabra.

Una conexión vital

Por: Jennhy Mejías.

 

Muchas personas no reconocen la visión y el propósito que Dios ha puesto dentro de ellas, porque no tienen una conexión vital con Dios. El propósito de Dios nunca cambia, y puesto que su propósito está entretejido dentro de nuestros deseos, nuestros propios caminos jamás podrán ser nuestra satisfacción.

Dios proveyó salvación por medio de Cristo para cumplir su voluntad y propósito en la vida del redimido. En realidad, Él dijo: “No voy a perder lo que  dispuse hacer contigo cuando elegí que nacieras”. Él nos restaura para Él a fin de que podamos cumplir la visión que tenía en mente para nosotros desde antes que el mundo fuese.

No somos salvos por medio de hacer buenas obras, sino por el propósito de hacer buenas obras. Somos salvos para relacionarnos con Dios y cumplir su propósito en la tierra por el cual nos escogió.

Una vez que somos restaurados para Dios, recibimos su Santo Espíritu y podemos ver y entender la visión que Él ha puesto en nuestros corazones. La Biblia dice: “Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios…” (2 corintios 10:5). Este versículo está hablando de ideas humanas. Y continua diciendo: “…y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. Una idea humana que es contraria a la Palabra de Dios y a la obediencia a la voluntad de Cristo para nuestra vida, sencillamente no es idea de Dios; por lo que debemos separarla y desarraigarla. La visión que Dios le da a usted siempre estará alineada con su Palabra.

"Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas". Efesios 2:10